Atención: este artículo tiene contenido sensible relacionado con el suicidio.
«Siempre miro de cerca a los que se pierden en los autorretratos. Son almas solitarias, propensas a la introspección, que están lidiando con su existencia. Y saben que tal introspección, aunque dolorosa, es secretamente estimulante. Si alguien me hace el tipo de pregunta que yo mismo podría plantear, puedo decir que ese alguien se siente solo.»
El año 2020 acabó, pero no sin antes traernos otra gran traducción, y con ella una pequeña pieza del panorama de literatura coreana a España, esta vez, de la mano de Malas Tierras Editorial, con la novela Tengo derecho a destruirme de Kim Young-Ha. Este autor ya había sido traducido al español con su relato Quién sabe si mañana seguiremos aquí; el diario de un ex-asesino en serie que padece de alzheimer y que no sabe cuándo fue la última vez que mató.
En el libro Tengo derecho a destruirme, el autor también trata el tema de la muerte, si bien en esta ocasión lo hace de una forma más estética, impregnada de misticismo. Un protagonista del que nunca llegamos a conocer el nombre, narra cómo capta a sus clientes, cómo los analiza y los convence para que depositen en él su vida, o al menos, que se dejen aconsejar sobre cómo acabar con todo; ayudándoles a cometer suicidio.
En esta novela en forma de tríptico se retratan tres escenarios donde el autor explora la belleza de la muerte, representada cada parte por tres cuadros; “La muerte de Marat” de Jacques-Louis David, “Judith” de Gustav Klimt y “La muerte de Sardanápalo” de Eugene Delacroix, respectivamente. Con ayuda de estas imágenes y un mosaico de personajes esperpénticos, Kim Young-Ha construye una atmósfera hostil, una representación de la oscura vida urbana de Corea del Sur, que repelerá a la vez que intrigará al lector, que no podrá dejar de leer hasta terminar esta corta pero intensa novela.
Kim Young-Ha es un prolífico autor coreano en cuya obra podemos encontrar varias antologías de relatos cortos, novela negra y novela histórica. Sus historias están empapadas de nihilismo, de confusión, de mutabilidad y de anhelo a la muerte. El propio autor tuvo una experiencia de intoxicación con gas de hulla a una temprana edad, y perdió la memoria hasta los 10 años, acontecimiento que pudo influir en su visión negativista y arbitraria de la vida.
La historia de Tengo derecho a destruirme fue adaptada al cine en 2003 por el director Jeon Soo-il (전수일), por lo que los amantes del cine podrán disfrutar de esta atmósfera tan peculiar creada por Kim Young-Ha sin necesidad de navegar entre sus páginas. Aunque no es una obra para todos los públicos, es una lectura esencial para aquellos que aprecian la novela negra, las películas de Bong Joon-Ho (director de Parásitos) o para los amantes de otras historias retorcidas pero inolvidables como Oldboy.
Elena Carmona tiene 20 años y cursa el Grado de Estudios de Asia y África en la UAM. Es una ávida lectora de literatura coreana y japonesa.
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